FELIX CALDERON AVILA
Vais a entrar a un jardín por un pórtico de mármol, con bajorrelieves de oro que Centellean al sol. FCA.
No en cuna de oro, ni auxiliado por adas, con el aroma de verdes pinares y cánticos del Guarda barranca o del Cenzontle gris, con la brisa del rio Tiwitz, o del Pueblo, que rodean a este gironcito de tierra, que se llama Malacatancito, viene al mundo un 20 de noviembre del año 1,887 el eximio poeta Félix Calderón Ávila, hijo de una mujer humilde llamada Abelina Calderón y un hombre poco conocido Francisco Ávila - de ascendencia española,- procrearon cuatro hijos, habiendo muerto la madre cuando ellos eran muy jóvenes.
Félix fue un niño inquieto e inteligente que destacó en sus estudios de primaria. Con muchos esfuerzos y con pocos conocimientos de la escuela, pero con un alto espíritu de entusiasmo y deseos por superarse, se trasladó a la ciudad de Quetzaltenango donde encontró el apoyo del joven licenciado recién venido de Europa, Gildardo Monzón Hidalgo, también de ascendencia malacateca.
Estando en Quetzaltenango trabajando como escribiente en el bufete del licenciado Monzón Hidalgo se inscribe en el Instituto Normal Para Varones de Occidente, al ver que sus ingresos económicos no le son suficientes para subsistir decide trasladarse a la capital.
Algunos elogios en verso y en prosa dedicados a doña Joaquina, madre del entonces presidente, Manuel Estrada Cabrera se supone que sirvieron para que el gobernante se fijara en él y valorizara su talento. Los escritos son parte del folleto “OROS Y BRONCES” en el cual aparecen “En el Asilo de Maternidad Joaquina” “Minerva”, “El Pabellón”, “Sueño y Ala”,”Despertad”,”Aves y Poetas”, “El Himno”.
El presidente Manuel Estrada Cabrera, le manda a llamar y después de intercambiar impresiones se da cuenta de su enorme capacidad intelectual y el 28 de enero de 1,914 fue nombrado Oficial cuarto del Ministerio de Relaciones Exteriores. El 8 de mayo del mismo año fue ascendido a oficial Tercer. El 22 de julio de 1,916 fue nombrado Secretario del Consulado General de Guatemala, en San Francisco, California, Estados Unidos. Del 17 de junio de 1,918 al 1 de mayo del 1919 fue cónsul interino en aquella misma ciudad.
Por la fiebre de escritores que se vivía en al ciudad de la luz en esa época y teniendo él, la inspiración en las venas, su más caro sueño era viajar a Paris, su sueño se hace realidad al ser nombrado para ocupar un cargo diplomático y por espacio de dos años vive en esta floreciente ciudad, al regreso a su país publica su poemario “LIRA ALTIVA” el cual se inicia con el profundo poema “LAS AGUILAS” y luego “ORGULLO DE RAZA” los cuales reproducimos para que el amable lector se deleite leyendo estas dos joyas de poemas y se haga una idea del talento del poeta malacateco. Félix fallece en California, Estados Unidos el 8 de septiembre del año 1,924. A pocos dias para que se cumpliera su deseo ya que quiso morir en octubre; cuando mueren las rosas, quiso irse en octubre cuando se van las hojas. Años mas adelante sus restos fueron trasladados al cementerio general de la ciudad capital, donde actualmente descansan. En la entrada a Malacatancito, frente al calvario, se encuentra la estatua del insigne poeta, gracias al apoyo del Lic Juan Florencio Calderón.
Las águilas
Para Manuel Ugarte
Era una cumbre roja bañada por la lumbre
-como vapor de oro- del sol crepuscular;
y, majestuosamente, sobre la roja cumbre
Tres águilas se erguían escudriñando el mar.
Al punto se volvieron con actitud airada;
En sus ojos había odio y curiosidad;
Midieronse las tallas con bélica mirada
y un gran graznido ronco rodó en la inmensidad.
Y del picacho altivo que se hacía sonoro
Y nimbaba la tarde con un tenue arrebol,
Alzáronse las águilas, como saetas de oro
Lanzadas raudamente desde el carcaj del sol.
Y una negra y soberbia, la mas fuerte y altiva,
Se dirigió al oeste como una enunciación;
Y –vanidosa- dijo: yo no será cautiva
Si no de una alta cumbre, seré de Napoleón
Y otra como de oro –dardo de la mañana-
Tendió hacia el frío norte su vuelo triunfador;
Serè - dijo- el emblema del alma monroiana,
Serè esclava de Washington y reina de New York
Después, una purpura, con acento de acíbar
Clamó -tendiendo el vuelo por el inmenso azur - ;
Os acogéis al fuerte y olvidáis a Bolívar;
Yo soy Latinoamérica, imperaré en el sur.
Y todas, altaneras, se fueron por las brumas,
Bañadas por la lumbre del último arrebol
Y en sus robustas alas parecían las plumas
Como carcajs de flechas doradas por el sol.
La negra, napoleónica, la de Austerlitz y Jena,
Cuando tendía el vuelo triunfal por el azul,
plegó las fuertes alas y cayó en Santa Elena,
herida mortalmente del dardo de John Bull.
La roja, de Bolívar, hizo en el cielo un trazo
de libertad, y el vuelo siguiendo en el confín,
cruzo en el Amazonas, corono el Chimborazo
y fue Adalid glorioso de Ayacucho y Junín.
Y hoy, la otra, la aurea, la de ambición quimérica,
que tiene el trust por alma y el dólar por sprit,
apresuradamente tiende sobre la América
su vuelo de conquista desde Wall street.
Mas para esa gran águila de las garras de acero,
hay diecisiete halcones listos para la lid,
que saben de las glorias del viejo león ibero,
de Gonzalo de Córdoba, y de Vivar el Cid,
¿Quién vencerá primero?, ¿el musculo y la fragua
o el alma de esta raza que es toda corazón?
Si aun no somos fuertes en el aire u en el agua,
en las sonoras selvas cada hombre es un león,
Aun viven Mitre y Juárez, Bolívar esta vivo
–Martí es una fuerte columna de cristal-
el águila de purpura pasea el ojo altivo
de Patagonia a México en un vuelo triunfal.
Para la mano ruda, la mano fuerte y fina;
para las férreas garras, el brazo de titán;
para la urbe yanqui la gran urbe argentina
y el alma de cien héroes para el viejo Uncle Sam
FIN
ORGULLO DE RAZA
Para Julio Padilla Romero
Yo siento en mí la sangre rebelde, americana,
en pugna con la sangre del bélico español;
y creo que desciendo de sangre sevillana,
inoculada en indio, bajo la luz del sol.
Yo siento hábil el brazo para lanzar las flechas
–certeramente al blanco- que llevo en mi carcaj;
y añoro las espadas de caballeros -hechas
para brillar en duelos en un raro zig. Zag.
Me embriaga con sus sones la trémula montaña,
en la llanura glauca quisiera ser pastor.
Y ansío ser romántico de la gloriosa España,
al pie de una ventana: duelista y trovador.
¿Qué espíritu en mi extraño mi adoración despierta
para las viejas glorias del alma medieval?
¿Por que siento el orgullo de esa raza ya muerta
que aun vibra sobre América su poema triunfal?
¿Acaso en el palacio soberbio de Palenque
–morada de cien reyes del imperio Nachàn-
Amose mi progenie…algún poeta enclenque
hijo del sol y una hija del gran Tecun Umán.
Tengo el altivo orgullo de la nobleza indiana
que luchó hasta la muerte contra el conquistador
y siento la nostalgia del alma sevillana
…quisiera ser flechero, duelista y trovador.
Oh, raza ingratamente por la invasión deshecha!
Yo siento que en mí vive tu espíritu ancestral:
aún tengo fuerte el brazo para lanzar la flecha
y escribo mis cantares con plumas de Quetzal.
FIN